De mi experiencia gestionando innovación he extraído varios aprendizajes, y en esta ocasión quiero compartir contigo el que, para mí, es el más importante: superar la propia resistencia a la innovación. Una vez derribada, se desbloquea todo el universo de posibilidades.
Recuerdo a mi padre, ingeniero técnico industrial, cuando yo era pequeño. Llegaba a casa cargado con bolsas de catálogos tras visitar alguna feria —la más trascendente para él era la Bienal de Máquina‑Herramienta de Bilbao—. Extendía los catálogos sobre la mesa del comedor y empezaba a clasificarlos.
A veces descubrían un producto o proveedor desconocido; otras, nada que ya no conocieran en la empresa. Eso también lo consideraban positivo: significaba que estaban al día. Supongo que estarás de acuerdo en que este modo de proceder es normal; si no te actualizas, te adelanta la competencia.
En una ocasión lo acompañé a una feria en la ciudad. Se detuvo en un stand que vendía una máquina de encuadernar y comentó que tenían problemas al encuadernar las fotocopias en la oficina de la que él era responsable —hablamos del siglo pasado—. La máquina tenía buena pinta y el precio le pareció razonable, así que encargó una.
Tiempo después le pregunté cómo funcionaba; me contó que la habían probado, pero no terminó de convencerles. La devolvieron y compraron otra que se ajustaba mejor.
Me parece lógico: si ves algo que puede solucionar tu problema a un precio razonable, lo mínimo es probarlo, sobre todo en una empresa grande donde el coste de esa máquina no llega ni a la categoría de calderilla.
La innovación hoy día
Eso era el siglo pasado. Hoy el escenario se ha sofisticado. Procedo del mundo del desarrollo de software —es decir, de producción—; cuando me entrevistaban para el puesto de consultor de innovación mi gerente me acompañó, y al salir le confesé que, literalmente, no entendía qué hacía aquella gente. En ese proceso de sofisticación —metodologías, auditorías, departamentos de innovación— hemos perdido a algunas personas que piensan que innovar es casi como enviar un cohete a la Luna con magia negra.
Si quien se pierde es tu cuñado quizá hasta mole; si es un directivo de tu empresa o un cliente, probablemente sea un problema.
Conceptos clave
Te voy a actualizar los conceptos clave, simplificándolos un poco:
- La versión moderna de señalar en el calendario las ferias para buscar novedades es lo que hoy llamamos observatorio tecnológico, radar de innovación o similar.
- Probar una máquina encuadernadora con potencial de resolver tu problema ahora se denomina proof of concept—o PoC si lo dices en inglés.
- Que la encuadernadora con buena pinta no te sirva una vez probada y tengas que buscar otra era normal en el siglo pasado y sigue siéndolo hoy: una PoC fallida no es un fracaso, es aprendizaje.
En el fondo, todo este modo de funcionar se engloba en el concepto de innovación, que puede ser disruptiva o no; pero eso lo dejamos para otra ocasión.
El mundo se ha sofisticado y cada día gira más rápido, pero los problemas básicos siguen siendo los mismos.
Moraleja
La moraleja es sencilla: probar y aprender sigue siendo la forma más rápida de ganar ventaja competitiva, por mucho que cambien las etiquetas. ¿Te apetece compartir tu última PoC (exitosa o fallida)? Conectemos y charlemos en LinkedIn.
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